Desde aquí puedo ver a Kevin rastrillando su terreno.
Me gusta la gente devota, que se dedica a algo con devoción. Al final es a la que suelo encontrar más respetable (en el sentido de envidiable, respeto a la gente que envidio, que se respeta a sí misma, que encuentra su propia actividad en algún momento envidiable). El interés y la devoción por las actividades, las personas y las cosas.
Kevin rastrilla con devoción su huerto. El escritor no piensa, (los personajes piensan). Esto no tiene nada que ver con Kevin pero sí con las malas hierbas que acosan a los cuentos.
Kevin ha plantado semillas en un terreno irregular, no especialmente bonito. Un terreno simplemente vivo y apto para plantar. Algunas salen y otras no. Si salen dos en un mismo tiesto hay que trasplantarlas por separado para que tengan espacio para crecer. Y no sólo hacia arriba sino hacia abajo. Visible e invisiblemente.
Todo esto me recuerda mucho a cómo nacen las historias. Cortar la hierba, extender la paja, procurar la humedad y saber esperar estando alerta.
Kevin cuida su jardín. Algo parecido a lo que yo hago aquí, rastrillando, parándome a pensar, apartando la hierba mala, sudando con las palabras, agachándome a ver lo que crece y lo que se pudre. Apartando lo que no vale. Sintiéndome feliz y cansada al final del día.
La simpleza (no digo "La sencillez" adrede, que contamina) del campo. Nada que ver con lo bucólico. Todo que ver con la belleza.
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